¿Cuándo considera el psicólogo que la psicoterapia ha finalizado?
Si hablamos de psicólogos en general, incluyendo las diferentes tendencias, en principio el alta se da cuando los síntomas de la persona que consultó remiten o desaparecen. Si hablamos de psicoanalistas, el tema es diferente. No es el psicoanalista el que decide cuando acaba un análisis, sino que es el sujeto en análisis el que decide cuándo termina.
Pero antes hablemos de la diferencia entre psicoterapia y psicoanálisis. Las distintas psicoterapias, pues las hay de muchas escuelas diferentes, intentan la remisión de los síntomas, reducir el sufrimiento con el que el sujeto llegó a la consulta.
El psicoanálisis va más allá. Más allá de la remisión de los síntomas iniciales, un análisis se caracteriza por la voluntad del sujeto de saber más sobre sí mismo, de saber por qué le ocurre lo que le ocurre, las causas de su padecer psíquico. Se trata de un sujeto activo, no de una persona que espera “pacientemente” que le digan lo que le está pasando.
Entonces, ¿cuándo termina un análisis?
Cuando la persona que está en análisis hace una rectificación subjetiva, es decir, cuando la persona experimenta un cambio interno que le permite colocarse en una posición en la que: 1- no repetirá los patrones que le hicieron enfermar; 2- estará advertida de lo que hace y sus consecuencias; 3- contará con un saber sentido de forma que siempre estará en permanente diálogo consigo misma.
El Inconsciente es circular, tiende a la repetición, a pasar de nuevo por los mismos caminos, por las mismas sensaciones, por los mismos afectos. Quién no se ha encontrado diciéndose a sí misma: ¡lo he vuelto a hacer!, ¡he vuelto a cometer el mismo error!. Esta circularidad favorece que repitamos algunas conductas aunque hayamos terminado el análisis. Nadie está exento de tener problemas de nuevo, pero esta vez la persona consultante estará advertida: sabrá identificar el porqué de sus repeticiones, de sus algias, y sabrá también con qué le conectan. La comprensión de lo que a uno le ocurre o le hace sufrir refrena la repetición y, por tanto, el sufrimiento sentido.
Hacia el final del análisis, y gracias a ese diálogo interior que el analizante ha aprendido a mantener consigo mismo, éste empieza a hacerse cargo de lo que le ocurre, a entender que el único responsable es él mismo. Es un momento duro del análisis, pero también uno de los más dulces si entendemos que ahora él o ella va a tener el poder de cambiar aquello por lo que sufre.
En entonces cuando afloran los deseos, los nuevos proyectos, el estar-en-el mundo de otra manera. El sujeto empieza a sentir que ya no tiene tanta necesidad de acudir al analista, desea probarse a sí mismo, pasar a la acción. Otorgar al paciente el poder de finalizar su análisis es también una forma de asegurar que lo que se ha conseguido sea sólido y perdure en el tiempo.
El analista, advertido además de que el final está cerca, trabaja para ayudar al sujeto a desarrollar esa independencia y para deshacer el vínculo emocional creado entre ellos: la transferencia. Es una suerte de baile de salón tranquilo donde el analista poco a poco va desasiéndose del analizante para que éste, de una manera plácida, siga bailando por la pista de la vida, ahora ya completamente solo.
Fotografía: Pepa Be