En nombre del amor
Todas las personas somos demandantes y demandados de amor desde que nacemos, y esto constituye la base de la relación primera y primordial de nuestras vidas: la relación con la madre. Si esta relación de dar y recibir amor no se establece de un modo saludable produce en los hijos dificultades para afrontar las circunstancias vitales.
Las madres son cuidadoras, sostenedoras, y junto con el padre proporcionan el amor a sus hijos que les va a permitir desarrollarse. Pero tanto la falta como el exceso de amor colocan al sujeto en una posición empobrecida, débil para afrontar su existencia. En el mejor de los casos, en la mayoría, todo esto se produce en nombre del amor. Es por amor que la madre que quiere lo mejor para sus hijos no les deja equivocarse, no les deja respirar, no sabe decir que no o, al contrario, les dice que no a todo. En definitiva, no les deja crecer.
Aunque los hijos crecen, sí, pero con miedos e inseguridades sobre los cuales van fundamentando su vida y que se traducen en dificultades de relación, elecciones de pareja poco saludables, relaciones laborales difíciles, quedando así atrapados en unos vínculos familiares perjudiciales. En este contexto los hijos no tienen el escenario adecuado en el que crecer, desarrollar y gestionar sus estrategias para saber quiénes son y que quieren, es decir, no pueden conformar su deseo y seguir su camino.