La comunicación en la pareja
“La palabra es fuente de malentendidos” le decía el Principito a su amigo el zorro. Pero la omisión de la palabra también genera conflictos. Entonces ¿qué hacemos?
Hablar, sin duda alguna. Hablar sin temores, sin desconfianzas. Hablar de lo que nos preocupa, nos duele, nos alegra o nos hace felices; de lo que queremos y de lo que querríamos. Algo que parece tan sencillo es el caballo de batalla de muchas parejas: no logran una buena comunicación entre ellos, no saben poner sobre la mesa lo que cada uno espera de su vida, de su vida en común, del otro, de sí mismos en relación con el otro.
Donde no existe el puente de la palabra, la vida en común se va dividiendo poco a poco en dos orillas cada vez más alejadas, más distintas, hasta llegar a la extrañeza de ese otro con el que parecía que formábamos un solo ser durante la etapa del enamoramiento, de la enajenación pasajera.
Y decimos enajenación porque en esa primera etapa el otro aparece como un ser ideal, hecho a medida, donde todo parece encajar y si no es así se calla para no estropear el momento: ya lo arreglaremos mas adelante.
T’estimo, ets perfecte, ja et canviaré! Es el título de una comedia teatral que refleja nuestros anhelos de cambiar al otro, modelarlo a nuestra imagen y semejanza de tal manera que piense como nosotros o vea las cosas a nuestro modo. Un esfuerzo que a menudo muchos emprenden de manera tan titánica como infructuosa.
Aquellos que pueden ir descubriendo al otro a través de la escucha, que pueden también ir descubriéndose a sí mismos a través de lo que le comunican al otro, no están exentos de malos entendidos ni de conflictos, pero tienen más probabilidades de llegar a pactos o acuerdos y a construir una vida en común satisfactoria y plena.
Nota: Este artículo está relacionado con el relato “Repítelo“