Cero conflictos

Claro que podría decirle que le quiero, pero no lo voy a hacer, ¿para qué? Se lo demuestro continuamente y eso es lo que cuenta: los hechos.  Un acto de amor es más sincero que mil mensajes romanticones. ¿De qué me sirve llegar a casa a las once de la noche agotadísima y que él me diga cariñito cuánto te quiero mientras se zampa su bocata delante de la pantalla? Entenderé que me quiere si me encuentro una estupenda cena preparada y una sonrisa delante del plato. Eso de hablar y compartir los sentimientos es un engañabobos, no puedes pactar “dame un poquito de tu pena que yo te doy un poco de mis celos”.  Además, podría ocurrir que los sentimientos cambiaran y, entonces, ¿qué? “Me dijiste…” No, no, prefiero evitar temas que solo sirven para discutir o para liarte sin darte cuenta, porque al final las palabras son un poco como las piedras, se lanzan y ahí quedan. Y no es que quiera esconder nada, es que simplemente funciono así. Mis padres nunca discutían, jamás se pelearon o alzaron la voz, vivían en paz,  cada uno en su mundo respetaba el del otro, y si no estaban de acuerdo en alguna cosa evitaban que lo viéramos, no me preguntes cómo, pero el resultado era cero conflictos. ¿No te parece ideal?

Títol: Cero conflictos
Autora: Montse Freixas Rovira
Fotografía: Pepa Be