He soñado con un collar de perlas. Ahora que te lo explico me doy cuenta de que no es la primera vez, porque en algún sueño recuerdo haberme preguntado qué pinta un collar aquí. El de esta noche no creo que lo olvide. Las perlas eran pequeñas, el collar largo y frío. Me lo ponía alrededor del cuello y le daba vueltas: una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… No podía parar de darle vueltas -nueve vueltas…, diez vueltas…, quince…-, como si a cada vuelta el collar más se alargara y alargara – dieciocho…, veintiuna… – Y a cada vuelta me sacudía un escalofrío breve, intenso, una descarga que me dejaba sin fuerzas. Hasta que me dije ¡basta!, tiré de él para arrancármelo y ya no me lo pude quitar: el collar se había convertido en un bloque de una sola pieza, rígido y blanco como un iceberg, pesadísimo; no podia levantarlo ni moverlo; qué angustia, cada vez me costaba más respirar. Pero lo peor era el frío, sentía cómo avanzaba por los hombros, cómo subía por la espalda, cómo iba acorralando mi cuello…Me he despertado con un grito. ¿Me creerás si te digo que no tengo ningún maldito collar de perlas? Mi madre sí, y estaba preciosa con él, parecía una actriz de los años cincuenta. Se sentaba en el tocador del dormitorio y yo le sujetaba la melena mientras ella se abrochaba la gargantilla y me susurraba como si fuera un secreto: “las perlas para las ocasiones, como el champán”. Y así fue. El día que mamá murió llevaba el collar de perlas.
Relato relacionado con el Articulo “Escuchar el síntoma”
Título:El collar de perlas
Autora: Montse Freixas Rovira
Fotógrafa: Pepa Be