Laura, hija mia

Me despierta el teléfono.

– Laura, soy yo …- escucho. Es la voz temblorosa de mamá.

Un escalofrío me recorre la nuca y me levanto de golpe, sin responder. Al otro lado, oigo su respiración intermitente. Sabe que la escucho, siempre lo he hecho, soy el receptor ciego y mudo donde vertía los desechos del alma hasta que una mañana lluviosa los morados rodeaban su cuello y le dije mama, basta, ven conmigo. Pero se quedó quieta en el sofá contemplando el abrigo que tenía en su regazo.

¿Qué quieres, mamá? Pienso y no digo, porque las niñas buenas tienen la boca cerrada ¿lo has entendido, Laura?, las niñas buenas no cuentan las cosas de casa. La nana aún suena en mi oscuridad, la misma que llenaba la habitación cuando mamá, después de arroparme, me rozaba el pelo con sus labios secos. Yo olía su miedo, el aroma de anís. Duérmete, Laura, duérmete ya…, canturreaba bajito hasta que yo cerraba los ojos. Entonces ella salía de puntillas, cerraba la puerta despacio, y cuando giraba la llave, yo escondía la cabeza bajo la manta, el demonio no vendrá, el demonio no vendrá, las niñas buenas tienen la boca cerrada ¿ lo has entendido, Laura?, ¿lo has entendido?, ¿lo has …

Cierro los ojos.

– ¿Laura? – pregunta mamá y yo percibo su inquietud mientras calculo el qué.

– Hija – continúa – tu padre se está muriendo.

Su llanto indolente no cambia, el mismo chantaje cobarde, cómplice.

– ¿Y por qué me llamas, mamá? – Respondo con serenidad.

Ahora es ella la que enmudece. Sin embargo la siento cerca, tan cerca que me llega el aroma de anís, y, en lugar de acostarme y conjurar el demonio bajo las sábanas, enciendo la luz de la habitación que hay junto a la mía, la que un día le preparé.

Mientras ordeno, la noche se acorta.

Título: Laura, hija mia
Autora: Montse Freixas Rovira

Artículo: Este cuento está relacionado con el artículo “Madres e hijas”