Mientras tomabas tu café, las conversaciones de las mesas cercanas te llegaban como pedacitos de vida que a menudo despreciabas. Cuánta vulgaridad, murmurabas tú, lejos de la intimidad de los parroquianos. Porque tú dialogabas con el arte.
-Aquella sonrisa me dio la fuerza que necesitaba, ¿sabes? –afirmaba una voz convencida, en la mesa de al lado.
La frase te recordó cuánto tiempo hacía que nadie te había sonreído ¿quizá la inspiración se escondía en una maldita sonrisa? Bah, gilipolleces, te dijiste.
O no. A fin de cuentas, una sonrisa era un objetivo fácil incluso para un misántropo como tú. Solo era cuestión de pasar por la panadería, el supermercado o la agencia de viajes, y esforzarte en ser un cliente amable, deseoso de una sonrisa espontanea y cordial que estimulara tu don.
Pasada media tarde, sin embargo, solo habías conseguido un inicio de sonrisa en la comisura de los labios de una cajera, que se desvaneció cuando volcaste la calderilla en el mostrador.
Frustrado y decidido a aislarte de nuevo, se te ocurrió que quizá no se trataba de esperar sino de solicitar explícitamente lo que querías. Así que te dirigiste al centro.
Ella salía del cine. Hacía frío, oscurecía, el centro estaba vacío y el sirimiri le salpicaba los ojos húmedos. Sí, la historia la había conmovido.
-Perdona…- dijiste tú.
Ella se dio la vuelta. Tenia la cara de un desconocido a dos palmos de la suya. Un hombre de su edad, no muy alto, con el pelo enmarañado y negro como la noche, sin afeitar, abrigado con una gabardina. Se parecía de un modo inquietante al protagonista fracasado de la película.
-Perdona…-repetías tú, con las pupilas dilatadísimas- ¿Me regalas una sonrisa?
Ella analizó la situación: ¿era una broma?, ¿una alucinación?, ¿un chalado? Y respondió:
-Sí – al mismo tiempo que ensanchaba las mejillas.
-Gracias –dijiste tú, ofreciéndole la mano.
Ella tardó en darse cuenta de que tú en ningún momento habías sonreído. Fue entonces cuando esbozó la sonrisa genuina que buscabas. Pero tú ya habías desaparecido con el botín grabado en la retina.
Título: Sonrisa
Autora: Montse Freixas Rovira
Fotógrafa: Pepa Be