La familia como grupo primigenio puede “enfermar” por múltiples causalidades. Divergencias en cuanto a la educación de los hijos, pérdida de algún familiar, procesos de adopción, desarraigo, adicciones de algún familiar, malos tratos, pérdida del puesto de trabajo, etc.
En estos supuestos es frecuente intentar calmar la angustia centralizando los problemas en uno o varios miembros de la familia, que funcionan entonces como “chivo expiatorio” que carga con el peso excesivo de ser el responsable y causante de “todo” el padecimiento psíquico.
Sin embargo es el tejido familiar, el grupo en sí mismo, el que sufre y contribuye a aumentar los conflictos, si éstos no se tratan de manera global con todos los miembros de la familia, en un análisis conjunto de las relaciones psíquicas y emocionales.
Desavenencias, discusiones, diversas maneras de entender la pareja en la sociedad cambiante actual, malos tratos, violencia, etc., en definitiva, alejamiento del proyecto común inicial por muy diversos motivos. Alejamiento que sitúa a los dos miembros de la pareja en posiciones muy distintas, a veces enrocadas en creencias erróneas sobre el otro que acentúan aún mas las diferencias.
El espacio terapéutico les permitirá escuchar al otro, en otro contexto, donde la presencia de un tercero, el terapeuta, mediará entre ambos para tender puentes por los que discurran las razones individuales de cada cual y poder establecer un proyecto terapéutico que mitigue los malestares, tensiones e incomprensiones mutuas.