Las niñas y los niños, “esos locos bajitos” (1) a los que cantó Joan Manuel Serrat, que a veces nos vuelven locos a los adultos, son seres en constante evolución y transformación, son como esponjas que absorben los estímulos de su entorno para bien y para mal, y con ellos van construyendo sus identidades, su mundo interior, sus emociones, su carácter y la personalidad que más adelante les definirá como personas adultas.
En la sociedad que hoy nos envuelve, saturada de inputs y escasa de tiempo para procesarlos e incorporarlos con la calma y la atención que merecerían, los procesos evolutivos, en ocasiones se encallan, se retuercen y producen síntomas que les hacen y nos hacen sufrir y preocuparnos. Cuando esa preocupación aparece es el momento de consultar con un psicólogo clínico, por muy pequeño o pequeña que sea nuestro hijo o hija, por nimio que nos parezca el síntoma, aunque oigamos a los de nuestro entorno decir “son cosas de niños, ya se le pasará”.
La consulta para iniciar un proceso terapéutico comienza con una entrevista a los progenitores y es seguida de las sesiones en las que los niños y las niñas disfrutan mucho más de lo que los adultos imaginan. En las sesiones se juega, se habla, se dibuja, se canta, se imagina, etc. Todas aquellas cosas que permiten que el “infans” se despliegue y se manifieste con mucha menor presencia de la represión o los mecanismos de defensa, tan propios de los adultos.
La psicoterapia con niños y niñas, además de tratar los síntomas por los que se consulta, previene futuros sufrimientos y malestares tanto adolescentes como adultos, por lo que podríamos decir que cumple con dos objetivos: uno en el presente y otro en el futuro desarrollo de la persona adulta.
(1) Esos locos bajitos, de Joan Manuel Serrat. https://www.youtube.com/watch?v=kMJNVu3Hpzs .La adolescencia, etapa de estallidos varios, unos con virulencia, otros con inhibición, otros acompañados de sustancias, todos acompañados de pantallas y todos, siempre, irreverentes con los adultos, con el orden establecido, con los convencionalismos, con las incoherencias propias del mundo adulto, con sus propias contradicciones, mezcla de omnipotencia y desvalimiento a la vez.
Etapa en donde la comunicación mengua y donde es difícil mantener diálogos en los que los gritos, el llanto y alguna que otra descalificación mutua no aparezca.
Cuando los malestares adolescentes invaden el normal desarrollo de sus vidas y quehaceres cotidianos y los adultos y progenitores que los rodean se ven desbordados por esta situación cambiante, incapaces de ser interlocutores empáticos para ellos y ellas, es el momento de consultar con un psicólogo clínico.
Si somos capaces de transmitirles que encontrarán en el espacio terapéutico un interlocutor que no juzgará sus actos, pensamientos y sentimientos, que no les dirá lo que deben o no deben hacer, sino que les ofrecerá esa escucha empática, parecida a la de sus “inseparables amigos y amigas del alma”, pero con una visión mas objetiva y profesional, es cuando el/la adolescente colabora, trabaja y avanza rápidamente en su proceso terapéutico. Un proceso que comienza con el alivio inicial de los síntomas, pero que conlleva indefectiblemente el asentamiento adecuado de una personalidad en ciernes evitando futuras enfermedades psíquicas.
Un magnífico libro acerca de los malestares de un adolescente: El guardián en el centeno. De J.D. Salinger
“…Ya se lea esta novela como historia individual de un muchacho difícil, ya se lea como símbolo de toda una nación y de un pueblo, el autor nos conduce por el hermoso camino de la extrañeza a la comprensión, del rechazo al amor. En un mundo y en un tiempo problemáticos, la literatura no puede alcanzar nada más elevado.” Comentario sobre el libro de Hermann Hesse.